LA LLEGADA
La medianoche se acercaba. Las calles se oscurecían y dejaban que las sombras de los altos edificios las atraparan. En una apartada discoteca, un grupo de adolescentes bailaban sus canciones preferidas. Entre ellas destacaba una mujer, de casi 19 años, llamada Helen. Tenía el pelo muy alisado, de color marrón, y ojos azules y profundos.-Me voy-decía a sus amigas, que seguían bailando mientras se despedían de su amiga-.
Llegó a las calles, algo dolorida por la aglomeración de gente en la discoteca que le hizo algun que otro accidente sin mucha importancia.
Ella no era muy extrovertida, se atrevía a salir de vez en cuando, pero normalmente estaba en su casa pensando, porque ella no soñaba, pensaba en su vida, y muchas veces creía que le quedaba corta vida.
"¡Qué buena fiesta!" pensó, "debería salir más a menudo".
Pasó por su establecimiento favorito antes de ir a casa: "La casa del Jazz" y se puso a escuchar su canción preferida: Pearl of Night.
La escuchaba, conmovida con aquellos acordes de piano, con aquellas notas de saxo, y con aquella viola...
Helen se quedó un rato escuchando Pearl of Night, que duraba más de 10 minutos, y, además, no tenía prisa; o eso creía ella.
La música se apagó de pronto, y Helen se estremeció sin saber por qué.
"¿Qué está pasando?" se dijo.
De repente se oyó el viento, que arreciaba con mucha fuerza, de repente. Helen se aguantó al alféizar del escaparate.
El horizonte mostraba otro paisaje muy distinto, pero ella seguía en la calle, aguantándose al escaparate con fuerza, y miró con fijeza la gran "televisión" que se le mostraba y que pretendía cogerla. Pero era fuerte, y ofreció resistencia. Sabía que nadie estaba allí para ayudarla.
El mundo rotó.
Se aguantaba ahora a una farola que estaba oportunamente puesta al lado de aquella rara frontera.
Después de eso, ella estaba encima de aquella frontera, y un resbalón daría su caída hacia allí.
Tras eso, Helen estuvo un tiempo en silencio, después de sus gritos desesperados.
Y escuchó palabras en alemán, idioma que no entendía nada:
-Kommen sie mit uns...
Helen fue perdiendo la conciencia al escuchar estas palabras que desde dentro se escuchaban, hasta casi quedar inconsciente, pero reaccionó cuando empezó a caer a aquel pozo, intentó aguantarse a la farola, pero no lo consiguió.
Cayó, pero antes de oscurecerse el paisaje vio unos gélidos ojos verdes mirándola con preocupación.
En medio de un bosque, no había ni una nube, pero aún así tampoco estaba el sol, ni las estrellas, así que nada se podría ver allí.
Helen se incorporó. Estaba muy cansada, como si hubiese realizado un gran viaje durante toda la noche, y se sorprendió al verse allí, en aquel bosque.
Se fue a un río que bañaba aquellos valles, y se miró la cara. Era una joven, de 19 años. No había cambiado nada, menos el paisaje. Era mucho más colorido que las calles de Chicago.
Mientras se arreglaba un poco, lo vio.
Él era un chico de unos 20 años, con los ojos verdes, y demasiado gélidos. Parecían de hielo.
Lo recordó.
Antes de desvanecerse por completo de las calles de Chicago, vió unos ojos como los suyos mirándola con preocupación.
Viendo con más atención, descubrió que tenía alguna cicatriz y una cara algo pálida. Era castaño oscuro.
Se acercó, y el chico se estremeció y dijo:
-¡Qué bien, has despertado!-y saludó-me llamo Alex.
-Yo Helen-dijo saludando con la mano-¿qué me ha pasado?-.
-¿Cómo?-dijo Alex extrañado.
-¿Por qué anoche al ir a mi casa no pude llegar?-explicó resumido Helen.
-Ah-comprendió Alex-pues es que te estaban buscando...-.
-¿Quiénes?-preguntó intrigada Helen.
-Los Shurinnays de estos valles-dijo Alex-son una especie de samuráis especialistas en la espada. Esos ojos verdes que viste seguramente serían de su mentor, Akisho.
-¿Shurinnays?-preguntó Helen-¿dónde estoy?-.
-Bueno, vale, te lo contaré. Estás en unos valles termales, apartados de nuestro mundo. Soy el dueño de los baños además de protector de los valles que se extienden desde estos valles termales hasta unas colinas que te enseñaré.
-¿Cómo se llama el lugar donde estoy?-preguntó, algo harta, Helen.
-¡Ah, eso...!-dijo Alex. Yo creía que te acordarías de tu pueblo natal...-
-¿¡¿Cómo?!?-exclamó Helen-No. No puedo ser de aquí, nací y me he criado en Chicago-dijo.
-Bueno, quiero ir al grano, paseemos un rato por los valles-dijo, y se pusieron en marcha-te contaré la historia por la que te he traído.
>>Este país pequeño ha estado enfrentado al país de los Shurinnays, los samuráis del tiempo. Y, al final, se ha declarado la guerra entre los dos grandes países.
>>Yo llegué hace un año más o menos, estaba confuso, como tú ahora. No conseguía entender para qué me traerían aquí.
>>Pero lo entendí hace poco, como espero que lo hagas: Tenemos que luchar contra los Shirunnays. Somos un país pequeño, nada comparado con el suyo, y necesitamos todas las personas posibles.
>>Cuando oíste aquellas voces en alemán, eran ellos, que querían llevarte a su guarida secreta. Pero te salve con el portal de los mundos.
-¡Un momento!-dijo entonces Helen-¿portal de los mundos?-.
-Creía que ya sabrías que estamos en otro universo, acabamos de cruzar la llamada en este país Sheka.
-¿Sheka?-preguntó Helen.
-Es el portal que separa ambos mundos. Sólo se utiliza cuando es urgente, como ahora. Tienes que tener mucha fuerza interior para cruzar el Sheka sin un rasguño.
-Vale-cortó Helen-¡yo no soy de aquí!-exclamó-y si lo fuera, me sonaría el nombre de aquí... que, por cierto, se te ha olvidado mencionar...-
-Bueno, a eso iba-dijo excusándose Alex-este mundo es igual en nombre que el portal, Sheka, y estamos en este país, Herikan-de pronto Helen se estremeció, lo conocía-y estos son sus valles-.
-Me suena mucho...-confesó Helen-lo decía mucho mi madre cuando era pequeña, antes de que mi padre muriese...-.
-O a lo mejor...-dijo Alex.
-¿Qué?-.
-A lo mejor vino a Herikan a luchar-dijo Alex.
-¡No puede ser!-exclamó Helen-¡lo enterramos, aunque yo no fuera!-.
-Vuestros padres finjieron su muerte para que fueras a luchar contra los Shurinnays-dijo Alex, satisfecho.
Se quedaron un rato en silencio...
-Herikan...-dijo Helen.
-Sí-.
-¡Vamos!-gritó alegre a Alex-¡quiero conocer este mundo!-.
Y se fueron fuera de aquellos valles termales llenos de humeante agua, el río.
Ya pondré la segunda parte, opinad!!!
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